A medida que he ido investigando, he prestado más atención al propio material del azulejo. Tradicionalmente se compone de barro arcilloso cocido, un material humilde y accesible, vinculado a la artesanía y a la vida cotidiana. Más tarde, especialmente a partir del desarrollo de centros cerámicos como Manises (Valencia), la producción cerámica evolucionó gracias a nuevas técnicas de esmaltado y al uso de pigmentos más intensos, lo que permitió que el azulejo pasara de ser un elemento utilitario a convertirse también en un soporte decorativo e incluso artístico. Hoy en día sigue transformándose, reinterpretado por artistas contemporáneos que lo utilizan como superficie expresiva.

En este contexto, he empezado a cuestionar también las implicaciones simbólicas del material frente al uso que quiero darle. En mi proyecto quiero incorporar el color dorado / tinta dorada para repasar los dibujos sobre el azulejo, y esto introduce una tensión simbólica relevante. El dorado, tradicionalmente asociado al lujo y a la ornamentación, contrasta con la base de barro, ligada a lo doméstico y a la clase trabajadora. Esta contradicción añade significado: el diálogo entre lo humilde y lo valioso convierte los recuerdos que represento en algo digno de ser destacado. Así, mi semilla —la idea de pintar recuerdos sobre azulejos— se sitúa como un punto de unión entre lo cotidiano y lo simbólico, entre la tradición popular y la reinterpretación contemporánea.

También observo que en mi archivo se repiten temas como la memoria, la identidad cultural, la estética doméstica y la mezcla entre pasado y presente. Tanto las fotografías familiares como los azulejos tradicionales y los referentes actuales en redes sociales se conectan mediante colores, formas y significados que dialogan entre sí. En este mar de relaciones, la semilla organiza y articula los materiales, permitiendo que convivan diferentes tiempos, técnicas y sensibilidades dentro de un mismo proyecto.